lunes, diciembre 12, 2005

EMPEZEMOS A NAVEGAR

De los grandes inventos, avances o descubrimientos de las últimas décadas ninguno ha ejercido un papel tan decisivo en la evolución (y a veces revolución) de nuestra sociedad como el que está empezando a jugar Internet.
El autor realiza una declaración inicial de intenciones de lo que será una serie de artículos en Mar Adentro analizando la presencia de la Iglesia, de sus instituciones, de sus protagonistas (conocidos o anónimos) en la red.
En 1969 el ejército norteamericano empezó el desarrollo de un sistema que permitiera la transmisión de información en condiciones más adversas (previendo la pérdida de los sistemas convencionales en una posible nueva guerra mundial). Cuando el proyecto perdió interés militar, las universidades participantes fueron viendo cada vez más aplicaciones para la vida civil. Y así nació Internet, un conjunto de ordenadores repartidos entre todo el mundo, conectados permanentemente entre sí a través de las líneas telefónicas.
Internet, con el apoyo de los ordenadores y de la telefonía convencional y móvil, supone que en cualquier momento y lugar podemos acceder a la información que necesitemos, difundir datos a todo el mundo y comunicarnos e interactuar con cualquier persona, institución o entorno (real o virtual). Para Javier Echeverría (2001) Internet es el mejor exponente del emergente tercer entorno en el que se desarrolla la actividad social de las personas, además del natural (el más cercano, la familia, etc.) o el urbano (las instituciones, la ciudad, la escuela, la parroquia…). Sería el virtual, una ampliación de la realidad con nuevos espacios para la interacción social, un espacio electrónico y representacional (en el que convergen Internet, las tecnologías mulltimedia, realidad virtual, el teléfono, la televisión...).
A esta nueva realidad no es ajena la Iglesia. Así lo plasma en el documento eclesiástico del “LA IGLESIA E INTERNET”: “Internet es importante para muchas actividades y programas de la Iglesia: la evangelización, la re-evangelización, la nueva evangelización y la tradicional labor misionera ad gentes; la catequesis y otros tipos de educación; las noticias y la información; la apologética, el gobierno y la administración; y algunas formas de dirección espiritual y pastoral. Aunque la realidad virtual del ciberespacio no puede sustituir a la comunidad interpersonal real o a la realidad encarnada de los sacramentos y la liturgia, o la proclamación inmediata y directa del Evangelio, puede complementarlas, atraer a la gente hacia una experiencia más plena de la vida de fe y enriquecer la vida religiosa de los usuarios. También proporciona a la Iglesia medios para comunicarse con grupos particulares -jóvenes y adultos, ancianos e impedidos, personas que viven en zonas remotas, miembros de otras comunidades religiosas- a los que de otra manera difícilmente podría llegar.”
¿Cuál es la realidad de la presencia de la Iglesia, de su mensaje, de sus miembros, en internet? Una aproximación global del fenómeno, o sistematizada, sería casi imposible por una sencilla razón, que es además característica esencial de la red: internet no tiene sede ni tiene dueño ni, mucho menos, sistemática u orden.
Con independencia de las primeras y escuálidas páginas web oficiales de la Santa Sede, conferencias episcopales, diócesis o movimientos; la presencia en nuestro idioma de “lo católico” en la red no tuvo un inicial empuje a finales del siglo XX (excepción hecha de iniciativas como las de la RIIAL, Red Informática de la Iglesia en América Latina, www.es.catholic.net/ ). Esto ha cambiado y podemos afirmar que los últimos años han visto nacer un innumerable conjunto de páginas web de todo tipo y las existentes han mejorado sensiblemente tanto su presentación como sus contenidos. A todas ellas prestaremos atención en los próximos números de Mar Adentro con una única intención: animar a los lectores a que las usen y naveguen por las mismas.